En la Teogonía se dice que los hombres fueron
creados por Hefesto y Atenea, con ayuda de todos los dioses y por supuesto, por
orden de Zeus. Cada dios iba aportando una cualidad apreciable, como la
belleza, pero al llegar el turno de Hermes, éste puso en su corazón la mentira
y el engaño.
Los dioses decepcionados por estas
cualidades, decidieron librarse de todos los hombres mandando a la tierra una
inundación. Tan solo fueron perdonados Deucalión y Pirra, un matrimonio bueno
frente a los ojos de los dioses.
Deucalión construyó un barco para protegerse
de la gran inundación y se refugió junto con su esposa durante nueve días. Tras
esos nueve días, el nivel del agua volvió a bajar y pudieron abandonar el
barco.
Se preguntaron que podrían hacer para volver
a poblar la tierra y decidieron consultar a Zeus. La respuesta que este les dio
les fue difícil de descifrar. Le había dicho algo como: “Proteged vuestras
cabezas y arrojad detrás los huesos de vuestra madre”.
Después de mucho pensar, consiguieron
descubrir qué era lo que Zeus había querido comunicarles. Lo que él les dijo
como ‘huesos de vuestra madre’ se refería a las piedras de la madre naturaleza.
Sabiendo esto, se cargaron de piedras y
comenzaron a arrojarlas tras de sí, con cuidado de no golpearse a ellos mismos.
De las piedras que iba tirando Deucalión nacieron los hombres, y de las que
tiraba su esposa, nacieron las mujeres. Así se procrearon hijos que
constituyeron los ancestros de las distintas ramas y la Tierra volvió a estar
poblada.
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